Escribo estas líneas entre indignación, impotencia y miles de sentimientos encontrados. Lo hago porque ya no sé si el deporte que me apasiona, y del que vivo, es real o simplemente una farsa. Lo de Landis es la gota que ha colmado el vaso. Le quiero creer, pero no puedo. Tantas veces me han defraudado ya estos héroes que de la noche a la mañana se convierten en bazofia que me repugna. Como también empiezo a descreer del deporte en general. ¿Fulanito se dopará? Quiero creer que no, pero al rato me hacen creer que sí. Basta ya.Ayer escuché en el Larguero a José Miguel Echávarri y tenía toda la razón del mundo: “No paramos de quejarnos, pero nadie pone soluciones”. Posiblemente, ahí esté la clave de todo. ¿Qué soluciones ponemos? Ninguna.
Hacer mil controles sanguíneos no es una solución. Tengo un amigo ciclista amateur que me trasladó a la verdadera realidad.
“¿Cómo estoy ahora? Con mucho miedo. Puedes estar limpio, pero ahora, en estas carreras de mierda te pillan con algo y vas a cárcel. Yo no me meto nada, pero ya no se disfruta con esto...”Me lo dijo con una dosis de tristeza que es ahora mismo la que me invade a mí.
Yo no soy un gurú, pero Eufemiano Fuentes tenía algo de razón cuando dio la cara:
“Hay que poner un tope al entrenamiento deportivo. El deporte de alto nivel es una profesión de riesgo y está mal visto que recurras a algo para mejorar tu rendimiento".Aunque me pese, estoy con él. Igual, los culpables de toda esta bazofia en la que estamos inmersos somos nosotros mismos. Los aficionados. Los que queremos espectáculo día sí, día también. Párense a pensar si es normal soportar 21 días encima de la bicicleta. Terrorífico.
Luego me pongo en la piel de los propios deportistas. ¿Acaso a nosotros no nos gustaría aumentar el nivel en nuestro trabajo? Sí. Seguro que sí. O todos van en igualdad de condiciones, o la cadena se rompe en mil pedazos. Por favor, recapacitemos.
Foto: As














